Recientemente he realizado un autoestudio. He observado y sentido que me pasa por dentro cada vez que tengo el impulso de consultar el teléfono.
Es increíble lo que llegas a descubrir sobre ti cada vez que dejas de hacer algo de forma automática o compulsiva. El motivo principal por el que yo miro el móvil es para evitar o no sentir dos emociones: aburrimiento o vacío.
Analizando mi vida retrospectivamente, casi siempre he estado haciendo algo: estudiando, trabajando, divirtiéndome, sintiendo, sufriendo, marcando objetivos… Para mí, el no hacer ha estado relacionado con el aburrimiento y la solitud emocional.
Además, cada vez que he realizado algo, generalmente he sido premiada. Por buena estudiante, por buena hija, por buena trabajadora, por buena novia…De forma inconsciente desde muy pequeña, he aprendido a espabilarme; a organizarme. He aprendido a hacer para los demás, a estar por ellos. He aprendido que «haciendo» he sido reconocida y amada.
No he llegado a todas estas conclusiones tan sólo por observar mi comportamiento en relación con el móvil, por supuesto. Detrás de esta toma de consciencia hay bastante trabajo personal (y el que me queda…). Lo del teléfono es una pista más, un eslabón más de la cadena.
Ahora estoy haciendo otro experimento: cada vez que me entra el impulso de consultar el aparatito, me paro, siento lo que está sucediendo en mi cuerpo y, finalmente, no miro el teléfono.
He descubierto que esta estrategia me permite estar más cerca de mi aburrimiento y de mi vacío, y, paradójicamente, trascenderlos. Cuando siento estas emociones me quedo con ellas, las sostengo emocionalmente (recuerdo que todas las emociones se sienten en el cuerpo «Sentir el cuerpo«) y, finalmente, siempre me conducen a un estado de mayor conexión conmigo misma; a una mayor sensación de paz.
¿Cuántas veces consultas el teléfono de forma automática?
¿Cuántas veces comes por impulso?
¿Cuántas veces sales de fiesta para no quedarte solo contigo mismo?
¿Cuántas veces?
Dejar de hacer lo que hacemos de forma automática nos permite ser más conscientes de nosotros mismos y vivir de forma más libre; menos dependiente.
Haciendo las cosas no para evitar sentirnos mal, sino por el simple placer de realizarlas. No depender de un teléfono móvil, ni de una fiesta, ni de comer, ni de una pareja, no depender de nada porque podemos sostener y trascender todas nuestras emociones.
Así que desde hoy me declaro fan del aburrimiento y del vacío emocional. Yo he aprendido muchísimo gracias a ellos.