Chico conoce chica, chico conoce chico, chica conoce chica. Se enamoran, se juran amor eterno y pasan a un nuevo estado civil y estatutario: somos pareja.
Y, de repente, tu identidad es binaria. Parte de tu identidad pasa por lo que esa persona es. Y entonces, empiezas a hablar en plural el 80% de tu tiempo: “nosotros no venimos”, “nosotros lo pensamos”, “nosotros pagamos”.
En ese estado ilusorio, en el que crees que parte de tu persona se disuelve en la otra, obtienes una falsa seguridad.
Sientes que la otra persona llena momentos de tu vida, se ocupa de ti cuando estás triste y te mantiene distraído gran parte de tu tiempo.
Pero la otra persona simplemente te está acompañando y ofreciendo amor (siempre y cuando entendamos bien qué es el amor). Tu sigues teniendo tu vida, tus fantasmas, tus cuestiones por resolver, tus momentos tristes y tus proyectos. Lo único que cambia es que alguien te acompaña en el trayecto.
Y en este falso estado en el que pasamos a ser un bicéfalo, le pedimos a nuestra pareja aquellas cosas que no somos capaces de darnos a nosotros mismos.
Le pedimos atención, le pedimos tiempo, le pedimos aventuras, le pedimos sorpresas, pero también le pedimos espacio, seguridad, … La cuestión es pedir.
¿Pero te das a ti mismo todo lo que le llegas a pedir a tu pareja? ¿Te das sorpresa, aventura, seguridad, tiempo y atención? ¿De verdad lo haces?
¿Cómo pretendes que alguien te de todo eso si tú no logras dártelo a ti mismo?
Pues a eso le llamamos amor. A las expectativas, a los reproches, a pretender que el otro haga lo que nos dé la gana, a pensar que si el otro me hace sentir mal es por su culpa y no por la mía…
A creer que el otro tiene que estar siempre, que yo soy la única o el único para él, que el otro tiene que pasar sus ilusiones por mi tamiz. Porque … es que somos pareja…
Y así seguimos. En un contrato tácito en el que el otro me distrae, me hace sentir bien, me consuela y me sostiene emocionalmente siempre que lo necesito.
Ojo, que yo soy una romántica. Me encantan las velitas, la luz de la luna y la poesía… pero con el paso del tiempo y bastante trabajo personal he aprendido ciertas cuestiones que me han permitido evolucionar en este sentido (y lo que me queda…)
1. El otro no te pertenece. Ni emocional, ni personal ni sexualmente. El otro sigue siendo él o ella independientemente de ti y puede decidir marcharse en cualquier momento. Igual que tú, por cierto.
2. El amor es eterno mientras dura. Las personas evolucionamos, cambiamos y, hacerlo al unísono es altamente improbable. Por eso, aunque ames, aunque cuides y vivas intensamente… nunca jamás te olvides de ti.
3. Todo lo que te molesta de tu pareja es algo que debes trabajar en ti. Si te molesta su desorden, probablemente debas trabajar tu flexibilidad. Si te quejas que no es cariñoso, pregúntate: ¿por qué estoy con una persona así? ¿me doy yo todo el cariño y el valor que necesito?
4. La pareja es una escuela de aprendizaje. Y como todo aprendizaje tiene momentos en los que te caes, te levantas, integras y desintegras.
¿Verdad que cuando aprendes a caminar no te preguntas por qué el suelo está tan duro? O por qué te has encontrado algo que te ha hecho tropezar… Pues eso es lo que hacemos cuando se nos presentan problemas en la pareja, echamos la culpa al otro o creemos que no estamos en la relación correcta. Ojo, que a veces no lo estamos, pero piensa antes si tú estás haciendo algo mal.
5. Una relación no es mejor según el tiempo que dura. El tiempo es relativo. Las ocho horas del trabajo son las mismas que las ocho horas que pasas de fiesta un fin de semana, sin embargo… son diferentes, ¿verdad? Tendemos a etiquetar las relaciones como “serias” en base a parámetros sociales aprendidos. ¿Acaso no es serio aprender, disfrutar y compartir? ¿Qué más da durante cuánto tiempo eso suceda?
6. Si te descubres rompiendo sistemáticamente con tus parejas porque… “no era el adecuado” “no me daba lo que necesitaba” “no me llamaba tres veces al día” No te preocupes que, si no cambias algo de ti, seguirán apareciendo el mismo tipo de personas. Repetirás curso hasta aprender lo que necesitas o cambiar algo en ti.
7. Si te cierras a las parejas y al amor porque has sufrido mucho, porque no hay nadie que esté a tu altura, porque tienes un miedo que te pasas… te estás negando vivir, pero lo más importante, estás negando tu propio aprendizaje y evolución.
A mí me ha costado unos cuantos años largos entender todas estas cuestiones y sigo aprendiendo. Lo que sí sé, es que cada vez me siento más libre y sufro menos.
Quizás cueste entenderlo, porque socialmente están establecidos muchos paradigmas sobre el amor (más concretamente el amor romántico). Pero toda creencia puede cambiarse o transformarse, al igual que en algún momento se formó.
Al fin y al cabo, la vida es cambio, y tú y tus parejas también.
*Foto: livinginpixels.net
Hola Natàlia,
Agradecerte estas reflexiones porque actualmente me encuentro en este proceso de «desaprender» lo establecido socialmente como correcto. Nadie nos pertenece y nuestra vida no debe organizarse en función de otra persona, sino no olvidarnos de nosotros mismo hacer las cosas de nuestro interés y satisfacción personal, mejorar nuestra autoestima porque esto repercutirá en las personas que están en nuestro alrededor y en la convivencia de pareja. Como tu comentas dure el tiempo que dure.
Un saludo
Mjose
HOla María José!
Acabo de ver el comentario en el post! No suelo entrar en los comentarios de los posts, lo siento!
Muchas gracias por tu comentario 🙂
Suelo interaccionar en las redes, tipo facebook, instagram etc !
Un abrazo